CUARTO DÍA: JESUCRISTO RESUCITADO, SEÑOR DE LA ENTREGA.

LECTOR: Alabado sea Jesucristo, que se entregó por nosotros.
TODOS: POR TU SANTA CRUZ Y TU SAGRADA RESURRECCIÓN NOS HAS SALVADO, SEÑOR.

L: En la víspera de tu Pascua, Señor Jesús, lavaste los pies a tus discípulos, para dejar bien claro que habías venido a servir, no a ser servido. Luego nos diste el inmenso regalo de tu Cuerpo y de tu Sangre, signo de una vida entregada a los demás hasta las últimas consecuencias. Y nos dejaste el encargo de repetir ese gesto todos los días en tu memoria. Es decir: nos invitaste a entregar nuestra vida por los demás, hasta las últimas consecuencias.

MEDITAMOS EN SILENCIO

L: El mundo necesita seguidores de Jesús Resucitado, dispuestos a hacer realidad su Palabra de Vida.
T: ENSÉÑANOS, SEÑOR DE LA RESURRECCIÓN, A ENTREGARNOS A LOS DEMÁS.

L: El mundo necesita testigos generosos de la solidaridad.
T: ENSÉÑANOS, SEÑOR DE LA RESURRECCIÓN, A ENTREGARNOS A LOS DEMÁS.

L: El mundo necesita personas que se acerquen y caminen junto a los necesitados.
T: ENSÉÑANOS, SEÑOR DE LA RESURRECCIÓN, A ENTREGARNOS A LOS DEMÁS.

L: El mundo necesita personas que sepan perdonar y olvidar las ofensas.
T: ENSÉÑANOS, SEÑOR DE LA RESURRECCIÓN, A ENTREGARNOS A LOS DEMÁS.

L: El mundo necesita personas que sepan darlo todo sin pedir nada a cambio.
T: ENSÉÑANOS, SEÑOR DE LA RESURRECCIÓN, A ENTREGARNOS A LOS DEMÁS.

L: “Haced esto en conmemoración mía”, nos dijiste, Señor Jesús,
y te entregaste en ofrenda de pan partido y compartido.
Ayúdanos ahora a ser para los demás ese pan que da la vida,
pan caliente que se deja romper y comer con alegría y esperanza.
Señor, que el Amor que has puesto en nosotros
nos haga cada día más bondadosos y compasivos,
más limpios, justos y solidarios.
Señor del Amor, que a través de nuestra donación
los que te necesitan te encuentren a Ti,
que eres el Pan de Vida, el Señor de la Entrega.

T: PADRE NUESTRO…

L: Bendigamos al Señor.
T: ALABADO SEAS, SEÑOR DE LA RESURRECCIÓN, POR TU GENEROSA ENTREGA.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO (Mt. 1, 16. 18-21. 24a.)

Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apena había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

Palabra de Dios